lunes, 2 de junio de 2008

Pensamientos novelescos III

La lluvia arreciaba cada vez más. De repente un trueno estruendoso le causo escalofríos y la trajo de nuevo a la realidad. Tomo un sorbo de café y miro hacia todos lados, vio el lugar completamente abarrotado de gente, las personas estaban apiñadas y compartían las mesas con cualquier extraño, parecía que medio Madrid había decidido ir por un café a la cafetería del aeropuerto, después de hacer esta observación, miro por fin a la silla que estaba frente a ella, había un joven muy bien parecido sentado que sostenía una libreta y un carboncillo y dibujaba apasionadamente, su pelo negro que tapaba su rostro cuando, de vez en cuando levantaba la cabeza hacia ella, - ¿la estaría pintando a ella? Pensó por un momento pero pensó que no era nadie para que un artista la inmortalizara en un cuadro y se concentro en lo suyo- lo observo por unos segundos y se dirigía a tomar un sorbo de café cuando de repente, el joven levantó la cabeza nuevamente, esta vez sus miradas se cruzaron, como si se hubiese creado un lazo que los conectaba, como si tuviesen mil cosas en común, algo que ataba sus ojos, fueron solo unos segundos pero Amelie sintió como se aceleraba su corazón. El joven desvió la mirada con suavidad y enseguida regreso a su trabajo, ella pensó en preguntarle que estaba haciendo, en realidad pensó en preguntarle si la pintaba a ella, sintió ganas hasta de preguntarle si debía posar pero su sentido común la detuvo, no conocía a ese joven y le pareció imprudente pero… ¿no sería imprudente también que el la pintase sin que ella se lo pidiese? Tal vez sí, pero le resulto un halago que alguien hiciera eso con ella.

Bastó con mirarle un tiempo para saber qué estaba dibujando, la estaba dibujando a ella, a pesar de lo concentrado que estaba, de cuando en ves esbozaba para ella una sonrisa. Los sentimientos de Amelie le resultaban extraños a ella misma, nunca había sentido tal especie de conexión con una persona, además que nunca antes nadie le había hecho ni una caricatura. Los sentimientos que expresaba aquel pintor solo con la expresión de su rostro y la concentración y rapidez con la que hacía su trabajo eran admirables. Tenía curiosidad de cómo estaría quedando el trabajo pero, no quería ser impertinente al desconcentrarle. De pronto, sonó su celular, sacándola de sus elucubraciones, contestó instintivamente, se percató de repente del bullicio de la cafetería que le impedía escuchar a su interlocutor, tomó su bolso, se levantó de la silla y abriéndose paso entre la gente, logró salir de la abarrotada cafetería, era su tía preocupada por ella. Terminada la conversación, entró de nuevo en la cafetería, buscó su mesa pero no halló al joven artista, otras personas ocupaban sus lugares, lo busco inútilmente con la vista, al no encontrarlo, salió, tomo un taxi y sin poder dejar de pensar en lo sucedido ni en aquel joven, llegó a su casa.

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