Entre anoche y hoy he llegado a una conclusión. En una de esas conversaciones conmigo misma, un rayo de luz (o de sensatez) me iluminó de pronto: Serlo todo para alguien no es el fin último de mi existencia.
Quién carajo me puso en la cabeza que si lo soy todo para alguien, si me esfuerzo y le amo con toda el alma y le entrego absolutamente todo, esa persona me va a amar y no se va a ir de mi lado. Loca es que tengo que estar: ¡Loca!
Por estar pensando de esta manera es que estoy donde y como estoy. Sin pareja estable y llorando por los rincones, cada vez que me tomo aunque sea un trago, porque estoy sola como un hongo (además del profundo descontento con mi vida) y me da con agarrarme con uno de mis mejores amigos o bien con llamar al imbécil por el que acabaré llorando y diciéndome a mi misma que soy una idiota por quererlo o bien, las dos cosas.
Pero eso no viene al caso. La cuestión es que yo no tengo que andar por la vida haciendo de la mai de nadie no más para que me quieran, para asegurarme de que esa persona estará ahí y no me va a abandonar como ya hicieron otras personas más importantes en mi vida, mis padres, por ejemplo.
No, no soy huérfana ni fea. Simplemente no he podido superar ciertos traumas y eso es lo que me tiene así.
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