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lunes, 12 de julio de 2010

Mi Beatriz

Tú me recuerdas a Beatriz pero tú no eres mi Beatriz. A ella la perdí hace tiempo, y ella también me perdió.

Tú me recuerdas a Beatriz pero no eres mi Beatriz ni puedes serlo porque ya eres la Beatriz de alguien más.

Casi enloquezco por causa suya sin embargo, no me arrepiento de haberla conocido. Tenía la tez morena y el cabello oscuro así como tú, y ese poder de atracción incomprensible que se desprendía de su ser sin que lo quisiera. Todos caían rendidos al hechizo de su persona, sufrió por ello algunas veces pero nunca tanto como lo hice yo cuando la perdí.

Tú eres la Beatriz de alguien más. Y no está mal que lo seas, yo perdí a mi Beatriz pero las razones que me llevaron a ello no son las mismas en todos los casos.

Mantente alejada, ser una Beatriz es una responsabilidad muy grande, tú no eres solo un ser humano, eres un Zahir! Y no tiene nada que ver con magia, es algo mayor que tiene que ver con los sentimientos y nada más. Esas cosas que provocas… es lo que estuvo a punto de enloquecerme de Beatriz.

Enfermé por estar a su lado, siempre encontraba algo que me mantuviera cerca de Beatriz aunque ello significase mi propia destrucción, mi resolución era quedarme a su lado al precio que fuera, yo estaba en sus garras y no podía ni quería liberarme hasta que desperté del trance en el que me envolvía al encontrarme de frente con un espejo y no reconocerme en el.

No la culpo, no culpo a Beatriz por lo sucedido porque sé que hasta el día en que empezó a perderme no fue consciente del daño que podía ser capaz de causar. Tal vez fui yo de entre tanta gente el único ser al que Beatriz marco y daño tan profundamente… pero es cosa del pasado. Un pasado cuyas cicatrices aun duelen cuando te veo porque aunque Beatriz ya no sea mi Beatriz, su recuerdo es tan vivido cuando estas cerca de mí, que me asusto.

Ya no puedo caer del todo ante el hechizo de una de ustedes porque ya probé lo que se siente sufrir la redención y la destrucción de sus manos y ahora miro con conciencia. Como un adicto rehabilitado que se reencuentra ante la tentación.

Mira, sé que eres la Beatriz de alguien más, puedo reconocerlas en cuanto les veo a los ojos si están cerca del mortal al que hechizaron. Pero en este caso es diferente, porque a veces no sé si es ella tu Beatriz o tú la suya. Nunca vi pasar algo como esto. Sin embargo, mantén la distancia o terminará por descubrir lo que yo y la perderás.

Jamás amé a nadie como amé a Beatriz.

Tú me recuerdas a Beatriz pero tú no eres mi Beatriz. A ella la perdí hace tiempo, y ella también me perdió.


By me,
Patricia Rod
11/7/2010

viernes, 27 de noviembre de 2009

Eva en su prisión...

No sé por qué el aire en estos techos me pesa tanto. Estar encerrada entre estas paredes, me preocupa. No sé por qué. Debería estar acostumbrada... no, acostumbrada no, más bien resignada. Resignada al oscuro futuro que me aguarda entre la tierra y el Sol.

Sol, a veces se cuela por estos barrotes de acero y me recuerda, por desgracia, que estoy viva.

Recordar que vivo es malo para mí, muy malo. Me recuerda la cercanía de la muerte. El Shamán decía que la muerte es un paso hacia la eternidad. Yo sé que me iré al infierno, así como me ven he hecho cosas horribles de las que no me arrepiento.

Estoy convencida de que el infierno debe ser algo así como una condena a repetir esta vida, esta misma vida una y otra vez hasta que explote el universo o hasta que nos hartemos de pensar que existimos y desaparezcamos todos.

Recuerdo el campo y el viento como cosas que soñé alguna vez o sólo como algo que les oí decir a las ratas. Envidio a las ratas, entran y salen de este hueco a su antojo, son pequeñas, asquerosas, no tienen nada qué temer y no le deben nada a nadie. Entran y salen, van y vienen a su antojo, comen lo que sea y cuando sea y eligen cómo y dónde morir...

A veces pienso en cómo serían las cosas si hubiese tomado otro camino, uno más... limpio. Si hubiese dejado atrás todo aquello y me hubiese casado, tenido hijos y un perro; pero esas cosas están ahora tan lejos que no vale la pena pensarlas.

Pronto seré libre para ser abrasada por las llamas feroces que todo lo deboran, esas que no escatiman ni perdonan. Arrastrará mis cenizas el viento para depositarlas en la nada.

No quedará nadie que diga la verdad sobre mí, nadie me conoció bien nunca pero eso dejará de importar mañana. Al menos eso espero, al menos eso deseo. No soporto más esta agonía. Necesito libertad.