Siempre creyó que lo lograría, esperó siempre lo mejor, para ella no hubo nunca una puerta cerrada ni un callejón sin salida, pues habllaba siempre a cada problema una solución. Siempre sonreía, aunque todo pareciera persiso y el mundo se derrumbase sobre ella, nunca dejó de sonreír ni de pensar que el dpia siguiente sería mejor.
Estos nos fortaleció a todos cuando el diagnóstico. Nadie se lo esperaba. En cama guardó silencio y sonrió, sobre todo sonrió. De buenas a primeras se levantó, no podíamos creer que lo hiciera dado su deplorable estado de salud; desde que la vi, supe que esa fuerza suya era el último esfuerzo de su cansado corazón e incansable espíritu de lucha. Había tomado una decisión: Esa cama no sería su lecho de muerte.
Entonces sonrió como nunca, se arregló como nunca, se entregó como nunca y murió.
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