En la pasada reunion de Pastoral Juvenil en mi parroquia (de la que soy subcoordinadora), estuvimos hablando sobre un tema de apoyar nuestra fe con obras y eso. El caso es que la joven que impartia el tema me hizo una pregunta directa a manera de reflexion para el grupo, me preguntó lo siguiente:
- Si estás en el mar, el barco en el que ibas se ha hundido, sólo sobreviven un ladrón, una prostituta, una bebé, una anciana y tú, solo hay bote salvavidas en el que sólo cabes tu y otra persona, ¿a quién llevarías?
Entonces, con toda sinceridad, respondí:
- Salvaría a la bebé. Es lo que mi instinto me dice y es lo que haría, salvaría a la bebé.
Y es precisamente eso, esa respuesta mía es sobre lo que quiero comentar. Siempre he tenido esa especie de instinto maternal que creo que todas tienen (disculpenme los chicos pero deben reconocer que las mujeres somos mas tendentes a este tipo de emociones maternales), y esto mismo es lo que me lleva a actuar de modo protector y regañón con todos aquellos a quienes aprecio, aveces me besan la mano para relajarme porque aveces sí me tomo muy en serio ese papel de madre. No es que no me hubiese gustado ayudar al ladrón o a la prostituta ni a la anciana, es que jamás me perdonaría ver a un niño inocente morir, es que me lleno de rabia cada vez que me acuerdo de que la guerra termina afectándoles más a ellos, que miles mueren de hambre, que las adolescentes y mujeres abortan, que los que más sufren al fin y al cabo son ellos porque son frágiles porque no pueden protegerse porque no pueden gritar sin que alguien mayor los calle, porque sus voces no son escuchadas muchas veces.
Me desvanesco ante la mirada dulce e inocente de un niño, tan ajenos a las crueldades de este mundo, riendo o llorando, jungando y saltando sin saber que un sólo momento en sus vidas puede afectarles la vida entera... (creo que este post no lo escribí yo sino mi niña interior, gracias por escucharla.) ;)
No hay comentarios:
Publicar un comentario