- Ah… no muchos, continuare mi maestría en Italia y pondré mi propio negocio.
- Muy bien, siempre supe que serias mucho más que una simple empleada de una compañía, naciste para ser más y serás más.- dijo su tío con cierto orgullo.
- Mi padre solía decirme lo mismo.- dijo ella con un grado de melancolía en la voz.
- Tranquila. – dijo su tía, al percatarse de la melancolía de su sobrina, al fin y al cabo, ella la conocía pues la había criado la mitad de su vida. – El general hizo un gran trabajo contigo.
- Si, pero ustedes lo terminaron y lo hicieron bien, nunca había tenido la oportunidad de darles las gracias por todo, por haberme hecho parte de su familia, después de la muerte del general. – dijo tratando de ocultar la profunda melancolía que la envolvía al decir estas palabras.
- No tienes nada que agradecernos querida, para nosotros ha sido un placer y estamos muy orgullosos de ti. Mi hermano hubiese estado tan o mas orgulloso que nosotros.- dijo su tía con una maravillosa expresión de ternura en el rostro.
Entonces ella recordó aquel fatídico día. El general (su padre), como siempre, se hallaba fuera de la ciudad atendiendo sus asuntos militares y ella, horneaba galletas con su tía. Llovía a cantaros y era casi imposible distinguir el jardín entre la lluvia. Se acerco a la ventana y su corazón dio un salto al ver un cadillac negro que se dirigía a la fachada de la casa.- ¡El general!- pensó para sí y corrió a la puerta para recibirle pero no, no era él, eran unos hombres vestidos de militares que pedían hablar con su tía, la expresión de sus rostros, especialmente la del mas joven, que se veía visiblemente afectado no solo por la intensa lluvia sino también por que algo había pasado.