sábado, 20 de noviembre de 2010

Recuerdo.

Recuerdo perfectamente ese día, creo que todos aquí lo hacen. Era un domingo cualquiera. Era el día libre de mi asistenta y me levanté muy temprano a preparar el desayuno. Huevos revueltos, jamón, pan tostado, jugo de naranja y pancakes con secreto de vainilla (así llamábamos al sirope de vainilla que invente y que a mis hijos les encantaba); los niños llegaron a la cocina atraídos por el olor, como siempre, pero mi marido estaba muy cansado así que me metí en la cama con él y le hice gracias hasta que despertó, reímos tanto aquella mañana, tal vez lo hacíamos siempre pero ese día lo recuerdo como algo mejor, no sé cuando vendrá el olvido, dicen que los que son como nosotros no tienen memoria.

Después del desayuno, tome una ducha. Alma y Sebastián se pusieron sus trajes de baño y fueron a la piscina, mi marido practicó su rutina de ejercicios.

Siempre fui una mujer muy saludable, tuve salud de hierro toda la vida y aquella mañana me sentía mejor que nunca, me puse la ropa más ligera que tenía en el closet y me dispuse a ordenar mi despacho, las risas de mis hijos y la de mi marido, que se había echado a la piscina junto con ellos, se oía desde lejos. Fue entonces cuando la vi, una mujer elegantemente vestida de negro, y mi boca se selló. Supe que era el momento y me sorprendí a mí misma actuando con una insospechada naturalidad, salí, contemplé a mis hijos y a mi marido y mi corazón se inundó de un amor profundo hacia ellos, no es que antes no los amara, pero este era un sentimiento más elevado, pleno, sin temores.

Me dispuse a preparar algo qué comer, cuando, al mirar por la ventana, vi que se había quedado el filtro de la piscina encendido, salí y cuando me disponía a apagarlo, noté que Alma se había dejado la toalla en el borde izquierdo de la piscina, así que fui a recogerla. Había agua por doquier y resbalé, todo sucedió muy rápido, me golpeé la nuca al caer hacia el interior de la piscina, no pude moverme más, de repente todo era azul de cielo y verde por los árboles del jardín, de a poco todo se tornó del color de la luz y al final, la oscuridad.

Ahora estoy aquí, en un lugar del que solo oí hablar en cuentos y creo que en misa. Esa es mi historia, ahora háblame de ti, ¿cómo moriste?

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