- Ya no puedo estar más aquí. Me voy.
- ¿A dónde vas?
- No puedo estar aquí, no lo resisto. Sé que van a morir, no puedo estar aquí y sólo fingir que tienen una esperanza, no puedo. No soy tan fuerte.
- No te pido que te quedes, ni que finjas. Sólo te diré que ellos no tienen la culpa de que esto les esté pasando y que pienses en lo felices que puedes hacer sus últimos días u horas de vida. ¿Y si fueras tú? ¿Qué te gustaría que hicieran por ti? No estamos aquí porque nos guste ver a la gente morir y lo hacemos, pero es mejor verlas morir con una sonrisa en el rostro, que llorando de amargura y soledad. Nuestra compañía mitiga su dolor, el amor es una fuerza curativa que aminora su sufrimiento.
- ¿De qué sirve?, como quiera van a morirse, el amor no los sana, no los salva. No me quedaré a ver como se mueren en mis brazos sin que pueda hacer nada.
- Si piensas así es mejor que te vayas. El amor hace su carga más ligera y sí, talvez no los cure, pero si les quita de encima el peso de la tristeza y los ayuda a irse en paz. La cuestión aquí no es precisamente que sigan con vida, sino que sus últimos momentos sean tan agradables que se les olvide el dolor. Esa es nuestra misión pero tú no pareces entenderla. Desde que llegaste no has hecho más que quejarte. Cerrar los ojos es más fácil, ¿verdad? Cerrarlos y fingir que cosas como esta no pasan, que no existen. Este es el mundo real, no tu cajita de cristal; anda con tu papi a que te compre cosas, regresa a tu mundo de lujos y fantasía, ese es el lugar al que perteneces, no aquí.
- ¿En serio le dijeron eso hermana Claudette?
- Sí, Verónica. Pero de eso hace ya tanto tiempo. ¡Las campanas! Vámonos ya.
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