Bajó del escenario. Llovían afuera los aplausos pero dentro, se hacía por fin el silencio. Entonces fue hora de subir, de recibir amablemente los aplausos, escuchar los elogios del presentador y de sonrojarse, de calmar los nervios, de salir e ir al baño, de cambiarse y terminar de colocar los nervios en su lugar. Luego seden las emociones para dar paso al cansancio, leve pero agotador. Lloviznan los elogios de aquellos que admiran con sinceridad y su esfuerzo no se ve tan recompenzado por esto más que por la satisfacción de haber sido ella misma por unos pocos minutos, encima de un escenario...
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